miércoles, 10 de marzo de 2010

"LOS TOROS EN CATALUÑA" por ADOLFO SUAREZ ILLANA.




Algo nos está pasando… y no es nada bueno. Andamos enredados estos días, unos y otros, en buscar y dar argumentos a favor y en contra de la continuación de las corridas de toros en Cataluña.

Al margen de lo bueno o malo que pueda resultar tal ejercicio, me parece francamente incomprensible su solo planteamiento. El “obligar” a todo un sector, representante de un espectáculo artístico que, además, es el más singular de toda la tierra, a dar razones para que no sea prohibido. Si alguien debiera dar razones, y graves, para el simple planteamiento de una cuestión así, estos deberían ser los abolicionistas.

Algunos, al oír esto, rápidamente acuden al lugar común del animal que sufre para marcar la diferencia. No quiero abundar en los argumentos que, para “compensar” esta afirmación, se suelen aportar, pero si querría decir dos cosas.

Primero, que los animales no son personas. Esto, que parece una obviedad para el común de los mortales, también parece que está siendo cuestionado por una sutil pero permanente campaña de “personalización” de los animales como forma de civilización y progreso. Esa personalización consiste en acercar los animales a las personas hasta tal extremo, que no solo se les otorgan derechos, que algunos tienen, si no también características que son absolutamente exclusivas del hombre. Pues bien, eso no es ni civilización ni progreso, es, lisa y llanamente, un amaneramiento social.

Una cosa es tener una mascota y tratarla bien y, otra muy distinta, es pensar que ese animal “es una persona”; con sus mismas características y derechos. Aunque a veces lo olvidemos, nada tiene que ver la idílica representación que se nos hace de la selva, sus animales y relaciones en los cuentos de Disney o Kipling, con la cruda realidad.

En algunos casos, el trato dado a ciertos animales de compañía llega al más absoluto de los ridículos. No pongo ejemplos. No quiero ofender a nadie, ni meterme en la forma en la que cada cual trata a sus mascotas, pero de ahí a confundir un animal con una persona, va un mundo. Los animales, como el resto de la creación, con los límites que imponen la razón y la necesidad de mantenerla para las futuras generaciones, está al servicio del hombre.

Y es dentro de este marco, donde han de ser entendidas la corridas de toros. El toro bravo ha sido y es parte de la cadena alimenticia del hombre y, solo por sus especialísimas características de bravura y nobleza en la lucha a la hora de ser manejados para su muerte, es que a estos animales se les ha permitido una vida y una forma de morir que no tiene relación alguna con la que se le concede a cualquier otra res en el mundo: una vida extraordinaria en libertad de al menos de cuatro años, la posibilidad de pelear por su vida y, esto es más excepcional aún, la posibilidad también de matar a su matador.

Esto, en cuanto a las posibilidades que se “ofrecen” un animal que acude al sacrificio para ser convertido en alimento. Por otro lado van las exigencias que se le imponen al personaje que aspira a ser el matador de tan excepcional animal. Son muchas, no sirve hacerlo de cualquier manera. Tanto es así que, además de la liturgia obligatoria que debe ser respetada durante el proceso, al matador se le exige aportar algo de sí mismo que le diferencie, que le haga especial a él y a su forma de llevar a cabo esa lidia; y eso es, precisamente, el arte. El arte generado mientras se ofrece el espectáculo más singular de toda la Tierra: bailar a muerte con un toro. Pero, como digo, no de cualquier manera, sino cumpliendo las grandes exigencias artísticas, técnicas y ganaderas que hacen que ese espectáculo sea verdaderamente excepcional y digno de reconocimiento.
Bailar a muerte con un toro, que eso es torear, tiene una verdad incontestable tras de si: la muerte. Pero ello no es sino la dificultad que la hace única y que impide a aquellos que no están dispuestos a morir ser parte protagonista de esta manifestación artística ancestral, centenaria y mítica. Pero la esencia no es la muerte, sino el arte: esa capacidad del hombre para crear sentimientos en el albero al hilo una coreografía inmediata, brillante, efímera y exclusiva bailada sobre la cuerda floja que se tiende entre los dos pitones de un toro bravo.

No creo que un espectáculo así deba ser prohibido en ningún caso, antes bien, debe ser objeto de cuidado y apoyo, con independencia del número de seguidores con los que cuente, como lo es en países tan civilizados y cultos como Francia. Esto debería ser bien entendido por administraciones que, como la catalana, no cejan en el empeño de imponer el catalán por la fuerza, so pretexto de que es marginado por “otros”.

Segundo, les había prometido dos cosas, no creo en absoluto que el sufrimiento animal, o de los animales, les preocupe lo más mínimo a esta gente que hoy trata de imponer su voluntad al resto de la sociedad con la abolición de las corridas de toros en cataluña, pues son los mismos –todavía recuerdo a Tardá en esas tareas- que defienden que a una mujer le puedan introducir unas tijeras por la vagina y descuartizar, en su seno, al niño que lleva dentro. Esto suena a salvajada… y lo es, pero es una de las formas más comunes de practicar un aborto hoy en día. Hay otras, no menos salvajes, como la de meter una aguja-aspiradora por el mismo conducto para extraer al feto a la vez que se le trocea y mata. Yo he tenido la desgracia de ver imágenes así y es repugnante ver el dolor que se produce al niño y cómo este intenta en vano defenderse. ¿Es acaso más digno de defensa el toro que un niño en el seno materno? ¿Y quieren que me crea lo del sufrimiento del pobre toro? Me parece una burla de mal gusto. Lo que creo es que lo único que les importa a quienes esto defienden es su santa voluntad y que el sufrimiento, ya del niño, ya del toro, les importa muy poco.

Al final, tristemente, todo apunta a lo que el más zote puede alcanzar con suma facilidad: que hay quienes, manejando sentimientos ciertos de algunos sectores de la sociedad, aprovecha la oportunidad política para sacar de quicio las cosas y montar un espectáculo –indecente esta vez- cuyo objetivo inconfesable no es otro que buscar puntos de fricción y enfrentamiento entre la sociedad española en general y la sociedad catalana en particular. Puntos de fricción que no existen ni han existido jamás y que son alentados por políticos necios, incapaces de cumplir con las tareas más exigentes, importantes y urgentes que les han sido encomendadas por esa misma sociedad. Por ejemplo, buscar salidas a la crisis y favorecer el entendimiento y la convivencia pacífica entre todos los españoles.

(Adolfo Suarez Illana, "El Mundo", 10 de Marzo del 2010).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas gracias Patricia!!! Un beso. Adolfo

maribeluca dijo...

que dejen pues de fabricar paté de Casa Tarradellas y fuera matanzas gorrineras el fuet y las butifarras...sólo les molesta lo "nacional" de la fiesta, yo puedo respetar la opinión de los antitaurinos siempre que sean razonadas y no esas aberraciones comparativas de ablaciones y demás, además no me gustan los toros y no voy, punto...no me meto en la libertad de los demás, el toro bravo tiene una vida mucho mejor que los bichos antes mencionados, además las corridas son su única "rentabilidad" por mal que suene, su única forma de sobrevivir a la extinción...